No cabe duda de que el movimiento de los proyectos educativos ”alternativos” no sólo está creciendo sino diríase que efervesciendo. La segunda etapa de educación infantil, para la cual no es obligatoria la homologación, goza de una saludable variedad de iniciativas que empiezan a invadir todos los rincones de nuestro país. Aún en franca minoría con respecto a la educación convencional, claro está, pero suficientemente diversa y cada vez más accesible, al menos desde el punto de vista geográfico. Pero son muchos los retos que tienen que superar estos proyectos para lograr la aceptación del conjunto de la sociedad y, por tanto, la homologación. Tanto es así, que la mayoría de ellos incluso rechazan de plano intentarlo, pues pasar por ese trámite supondría, en la mayoría de los casos, perder la esencia misma del proyecto. La lucha es más bien la contraria: lograr que la sociedad y, por tanto, el sistema, acepte la diversidad pedagógica y que por tanto se puedan homologar cosmovisiones diferentes a la predominante y relativamente uniforme que hay en la actualidad.
Los proyectos educativos que
trabajamos al aire libre tenemos el reto añadido de superar reticencias,
firmemente arraigadas en nuestro acervo cultural, a la permanencia en la
intemperie, que se asocia antes a una pobreza de recursos que a un
enriquecimiento pedagógico. Afortunadamente, son cada vez más los proyectos y
las familias que creen en el poder educativo de la naturaleza y apuestan por un
modelo basado en el contacto profundo y permanente con ella. Ahora, nuestro
reto más importante es demostrar a la sociedad el beneficio real que aporta la
permanencia en la naturaleza a la educación, el desarrollo, la salud y el
bienestar de nuestros niños. Ya son muchas las instituciones educativas que nos
invitan a presentar nuestra experiencia y a formar a futuros maestros en
educación al aire libre. Algunas universidades atienden a las pedagogías
alternativas, incluida ésta, en sus estudios de postgrado. Van surgiendo redes,
encuentros, jornadas sobre estos temas…
Pero queda mucho camino por
recorrer. Si queremos ser reconocidos por la sociedad en su conjunto, sobre por
todo aquellas instituciones más escépticas, tenemos que dar lo mejor de
nosotros mismos. Ofrecer la máxima calidad educativa, el mejor trato a las
familias, un amor incondicional por los niños. Si no somos capaces ello, de
hacer las cosas con rigor y seriedad, por muy al margen que parezca que
estamos, no podemos pretender que a su vez nos tomen en serio. Y por respeto a
nuestros colegas de vocación, flaco favor les haremos si no nos tomamos en
serio a nosotros mismos. Rememos juntos, y llegaremos antes y mejor a nuestro
destino.