El pasado 24 de enero recibimos la visita de Lucía, nuestra vecina de enfrente, melómana consumada que nos ofreció un pequeño recital de flauta travesera. La luz oblicua y dorada de la mañana, el sol que lograba abrirse paso por el follaje y el aire quieto y tranquilo, contribuyeron a que el melancólico sonido del instrumento nos transportara a más de uno a geografías personales y espaciales más profundas y lejanas.
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